Mosaico
Los titanes de Silicon Valley, como Altman, Zuckerberg, Musk y Bezos, se asemejan a los nuevos césares, reclamando un control absoluto y despreciando la supervisión política. Este fenómeno se evidenció recientemente cuando Mark Zuckerberg, en la presentación de nuevos productos de Meta, lució una camiseta con la frase en latín “Aut Zuck, aut nihil”, que se traduce como “o Zuck o nada”, aludiendo a la famosa expresión “O César o nada”. En una celebración por su cumpleaños, también hizo gala de otra camiseta con el lema “Cartago delenda est”, un guiño al deseo de eliminar a la competencia en el ámbito digital.
Zuckerberg, que durante años estuvo atrapado en la imagen de tener que disculparse ante los legisladores por diversas crisis relacionadas con su plataforma —desde desinformación hasta problemas de salud mental en jóvenes—, ha declarado que ha terminado con esa etapa. En el futuro, no planea atender los reclamos de organizaciones internacionales sobre el uso de sus productos en conflictos como el de los rohinyás en Myanmar.
Mientras tanto, Sam Altman, CEO de OpenAI, ha visto cómo su compañía se transforma en un gigante tecnológico convencional, abandonando su estatus como organización sin fines de lucro. Altman ha logrado reunir 6.500 millones de dólares en financiación, marcando un cambio significativo en la dirección de OpenAI. Sin embargo, este movimiento ha provocado la salida de varios altos ejecutivos, lo que resalta su control centralizado sobre la empresa. La analista Karen Hao, en un artículo para The Atlantic, enfatiza que ahora la estructura y el liderazgo de OpenAI reflejan la voluntad de Altman, quien, después de ser destituido por desconfianza, regresa a la cabeza de un sector clave.
A pesar de afirmar que su intención es el bienestar de la humanidad, este nuevo enfoque podría traducirse en una ganancia de 9.500 millones de euros para Altman, equivalente al 7% del valor actual de OpenAI, que asciende a 134.000 millones. En paralelo, Zuckerberg ha visto aumentar su fortuna a 65.000 millones en el último año, consolidándose en el club de los multimillonarios junto a Musk y Bezos.
Musk, por su parte, ha adoptado una postura desafiante similar a la de un emperador romano. Su afición por el Imperio Romano ha sido objeto de burla, pero su reciente aislamiento lo ha llevado a rodearse de una “guardia pretoriana” de 20 guardaespaldas, reflejando su creciente temor ante las amenazas a su seguridad. Este cambio ha suscitado preocupación, dado que Musk parece exagerar el riesgo que enfrenta.
El magnate de Tesla también ha expresado su desdén por la regulación gubernamental, planeando demandar al regulador aeroespacial estadounidense. Su cercanía con Trump ha hecho eco de esta retórica anti-regulatoria, al igual que Zuckerberg, quien ha buscado enmendar su relación con el expresidente, alineándose con estrategias que podrían considerarse pro-republicanas.
Zuckerberg, con el objetivo de mejorar su imagen ante los republicanos, ha reducido los recursos de Meta dedicados a supervisar la integridad electoral y ha desmantelado el equipo que se ocupaba de estas cuestiones. Esto plantea un desafío significativo para la transparencia y la confianza en las plataformas digitales, a medida que estos líderes de Silicon Valley buscan consolidar su dominio sin rendir cuentas a la sociedad.